La estrategia primero.

Cada nueva campaña se asemeja a un viaje. Un viaje que debe comenzar con un mapa claro y un destino definido. La creatividad y la innovación son, sin duda, esenciales, pero sin una estrategia sólida, son como un barco sin timón.

La estrategia no es parte del camino, es el camino. Define no solo a dónde queremos ir, sino también cómo llegaremos allí. En este sentido, el primer paso siempre debe ser establecer una estrategia clara y objetivos específicos, claros y medibles. ¿Qué queremos lograr? ¿Aumentar el reconocimiento de marca, impulsar ventas, mejorar la lealtad del cliente? Estos objetivos son las estrellas que guían nuestro viaje.

Conocer a nuestro público objetivo es esencial. ¿Qué les motiva? ¿Cuáles son sus necesidades y deseos? Esta comprensión profunda nos permite crear estrategias que resonarán con ellos a un nivel más personal. Una vez definida la estrategia y establecidos los objetivos, es momento de desatar la creatividad. Aquí es donde las ideas innovadoras cobran vida. Cada acción, cada idea, cada mensaje debe ser un reflejo de nuestra estrategia y trabajar hacia nuestros objetivos.

Experimentación, adaptabilidad e innovación

La experimentación es el mejor amigo de la estrategia. No tengamos miedo de probar cosas nuevas. La innovación nace de la experimentación. Las campañas más memorables a menudo son aquellas que rompen moldes.

En el marketing, como en la vida, la adaptación es clave. Medir el rendimiento de nuestras acciones y estar dispuestos a ajustar nuestra estrategia es crucial, no tienes que estar siempre en lo correcto, pero debes estar dispuesto a cambiar y se capaz de hacer los reajustes rápidamente, sin excusas, sin ego. Al final del día, la estrategia no es solo sobre llegar a nuestro destino, es sobre disfrutar y aprender de cada parte del viaje.

Estrategia definida, rumbo claro, objetivos establecidos… ahora sí, ¡qué vuele la imaginación!

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